Laura González (París, 1983) siente que todo empezó en la habitación de su infancia. Sus paredes estaban alfombradas con telas florales de la firma francesa Pierre Frey y, cuando no podía dormir, contaba los enormes pétalos de colores y las abejas dibujadas en ellos. “Cuando Pierre Frey me llamó para diseñar el interiorismo de su sala de exposiciones en la feria Paris Déco Off, le dije que todos mis sueños de infancia habían sido con su tejido. ¡Allí empezó todo!”, asegura en videoconferencia desde su casa parisina. Pero también la influyó la crianza de sus padres, un pied noir gallego y argelino de origen español e italiano que se conocieron en el Bus Palladium, la mítica discoteca parisina que años más tarde catapultaría a la fama a su única hija.
González ha resucitado el alma de varios restaurantes parisinos emblemáticos, como el Lapérouse, de 1766, y espacios míticos como el Hotel Saint James, de 1892, el castillo de lujo que reabrió sus puertas en el distrito 16 de la capital francesa en julio de 2021. También vio nacer las tiendas Cartier en Nueva York o Dubái. Ha creado residencias privadas y desde hace algunos años da rienda suelta a su creatividad con su exitosa línea de muebles. En 2019 fue nombrada diseñadora del año en la prestigiosa exposición internacional Maison & Objet.
Consiguió su primer trabajo cuando aún estaba en su quinto año en la Escuela Nacional Superior de Arquitectura Paris-Malaquais. Un amigo le ofreció una renovación de la tienda. “Tenía 23 años, me pagaba con un iPod y yo estaba muy feliz”, recuerda. Posteriormente, otros amigos le confiaron la decoración de sus departamentos y, antes de graduarse de la universidad, tenía tres proyectos sobre la mesa y otra persona trabajando con ella.
A los 26 años renueva el Bus Palladium, el lugar donde comenzó la historia de sus padres y su historia como reconocido interiorista. “Fue un éxito. Fue un proyecto muy grande para mí. Tenía 700 metros y había noches en las que me acostaba en sus sofás dibujando, descubriendo la estructura del espacio. Tenía poco tiempo, pero aproveché para expresarme. con tantas telas y colores. Ahí fue donde comencé a desarrollar mi estilo”, recuerda. Han sido 13 años, en los que ha llevado a cabo más de 300 proyectos. En los últimos cinco años ha pasado de 10 a 30 trabajadores en su estudio. Ahora tiene entre manos 15 reformas y acaba de abrir una galería en París (3 Rue de Lille, Laura González, La Galerie) donde se exponen sus muebles y en cuyo diseño colaboró con la prestigiosa firma textil Schumacher.
González habla español rápido, intercala palabras en francés e inglés y, cuando mueve las manos, un puñado de pulseras bailan alrededor de sus muñecas. “Siempre he usado muchas pulseras y collares. Cuando era pequeña, cuando me hacía a la mar, mi padre me decía que me iba a hundir con todo lo que llevaba”, se ríe. De su infancia en el sur de Francia recuerda el mar, las visitas con sus padres a anticuarios, galerías de arte, y cómo le inculcaron el amor por la belleza, algo que intenta replicar con sus hijos (tiene tres). “Voy todas las semanas con ellos a los mercados. Me encanta encontrar tesoros. No tienen por qué ser caros, a veces compro artículos por cinco euros. Mis hijos nunca quieren venir conmigo, pero una vez allí siempre encuentran algo. Lo compro antes que un juguete de plástico. Al rato dejan de prestar atención al juguete, mientras meten su hallazgo en una caja y lo miran como un tesoro”, cuenta.
Otra de las cosas que más le gusta es el proceso de documentación. “Antes de diseñar los espacios buscamos qué pasó en ese lugar, estudiamos la arquitectura del edificio e investigamos hasta tener una historia que contar”, explica. “Tengo que tener ese trabajo previo hasta sentir el alma del proyecto, tirar del hilo y puedo hacer algo diferente. Nunca repito nada», admite. El mejor ejemplo es la reforma del hotel Saint James. «Me costó darme cuenta de que la clave era su arquitectura. Pero encontramos los planos antiguos y detalles que no encajaban». vieron, como el piso de inspiración griega. Dejemos el centro de atención en el lugar. Ahora ingrese al vestíbulo y sorpréndete con su altura de 20 metros, primero eclipsada por su intensa decoración”, describe. “Lo que me gusta es tomar lugares antiguos que han tenido mucha vida y devolvérsela”. Y para lograrlo, ella y su equipo colaboran con artesanos locales. “Son originalidad y creatividad. En Francia, apreciamos mucho a nuestros artesanos”, dice. Cuando abordas un proyecto internacional, también estás buscando a los mejores en el campo. “Antes las grandes empresas jugaban con un concepto y lo repetían en todas sus tiendas. Era la globalización del lujo. Ahora, por ejemplo, en Cartier quieren que cada tienda se identifique con la cultura del país. Ser único es un verdadero lujo y para ello es necesario contar con artesanos. Hemos pasado de la ostentación a realzar la mano experta”.
González reconoce que construir no es una de sus prioridades, aunque ya ha dado el primer paso en esa dirección. En la Expo 2020 de Dubái diseñó la fachada del Pabellón de Mujeres Cartier. “Es una reflexión sobre el papel de las mujeres que lideran el cambio en el mundo”, afirma con pasión la interiorista del momento, la misma que no repite fórmulas y que espera ansiosa a su abuela gallega para leer esta entrevista. “Tiene 95 años y está súper en forma. Cuida tu jardín, viaja…”, dice. Está claro de dónde viene la energía de Laura.
Contenido exclusivo para suscriptores.
leer sin limites