Nueva York, 1947. El Museo de Arte Moderno (MoMA) convoca el Concurso Internacional de Mobiliario Asequible. El certamen, que había celebrado una edición anterior en 1941, había sido interrumpido en los años centrales de la década por la Segunda Guerra Mundial. Tras ese interludio obligado, vuelve con sed de color y optimismo, dispuesto a amueblar la estética doméstica del Estilo de vida americano. Ese año, el dúo californiano Charles y Ray Eames ganaron el segundo premio en la categoría Asientos con su ahora icónica silla Shell. 75 años después, Vitra ha producido una edición limitada de 500 unidades numeradas del sillón Shell para celebrar el antes y el después de aquel hito del diseño y también de sus creadores, a los que dedica una exposición en Alemania a partir del próximo 14 de junio.
Hace 75 años hubo un detalle que cambió radicalmente la orientación de la competición del MoMA respecto a cómo se había concebido a principios de los años cuarenta. El término se agregó al título del anuncio de 1947. bajo costo (barato o asequible, en español). Estas dos palabras dotaron al evento de un carácter revolucionario y consciente, revelando el interés del MoMA en promover un estilo de vida cómodo y conforme a través del diseño industrial, pero económicamente en línea con los rigores de la posguerra.
La silla Shell de Charles y Ray Eames fue la primera silla producida en serie de la historia, comercializada por Vitra desde la década de 1950 hasta la actualidad. Aparentemente simple, la pieza hace alarde de una geometría compleja de líneas curvas y líneas continuas que fusionan asiento y respaldo en una estructura plástica de una sola pieza. “El perfil orgánico de la envolvente ofrece una sensación de ligereza flotante nunca antes experimentada”, aseguran en Vitra. Esta carcasa, corazón de la obra, se colocó entonces sobre varias bases: patas de metal o de madera, pies de taburete alto, mecedoras para mecedoras, trípodes con ruedas… Fantasía, rechazo a los excesos estilísticos, espíritu jovial y profunda reflexión sobre la sociedad y el medio ambiente ha democratizado el mundo del mueble.
Una virtud de la necesidad
Con la serie Shell, los Eames han capturado magistralmente la esencia misma del buen diseño: resolver problemas de la vida real. Si antes de la Gran Guerra habían incursionado con complejos prototipos de abedul laminado, la apuesta por poner el diseño al alcance de la mayoría les conmovió, llevándolos a cambiar la madera noble por una resina de poliéster reforzada con fibra de vidrio sorprendentemente versátil y mucho más económica. En cuanto a la forma, fue cuidadosamente premeditada y concebida para que el asiento pudiera fabricarse, apilarse y moverse en serie, reduciendo al máximo los costes de producción. Talento, determinación, compromiso, rigor técnico, armonía y altas dosis de imaginación han encontrado la solución óptima para seducir a ese consumidor burgués ávido de un nuevo interiorismo y, con él, sacudirse el recuerdo de todo aquello que sonaba a miseria. Nada que ver con el concepto vacío de muchos de los objetos que hoy en día pretenden ser considerados “diseño”.
La silla como lienzo
El premio MoMA fue solo el comienzo: el capítulo más divertido en la historia de los asientos de fibra de vidrio de Charles y Ray Eames aún no se había escrito. Mejor decir… dibujar. Durante una visita a la oficina de Eames en Los Ángeles, California, el artista judío rumano Saul Steinberg, dibujante de El neoyorquino y amigo cercano de la boda, comenzó a garabatear en los muebles, piso y paredes del estudio. Disparos espontáneos fluyeron a través del espacio. Una de las figuras emergió del improvisado sucediendo era un gato acurrucado en una silla plegable. Con los ojos cerrados, la sonrisa feliz del gatito parece expresar su deseo de quedarse para siempre en ese acogedor sillón.
“Hay algo muy inteligente y filosófico en un gato”, escribió Steinberg en 1967 sobre los felinos, uno de los motivos favoritos y más recurrentes del ilustrador. A través de su refinado dominio de la parodia, los dibujos de Steinberg alimentaron el espíritu crítico de una de las revistas más populares del momento. Con esa incursión espontánea en el 3D —un garabato de aspecto infantil incrustado en una obra del MoMA—, la gatita antisocial que nos roba los asientos consagró a su autor como un maestro del humor, la ternura y el inconformismo.
Mitad mueble, mitad viñeta
De aquel experimento artístico, en la oficina de Eames Aún se conservan dos piezas originales: el gato y un desnudo femenino. Para conmemorar el 75.º aniversario del Concurso Internacional de Mobiliario Asequible del MoMA, Vitra ha producido una edición limitada de 500 unidades numeradas de la silla Shell de Eames con el gato de Steinberg. Las réplicas han sido pintadas a mano una a una a partir de un modelo exacto del original.
Además, el 14 de junio, coincidiendo con la feria Art Basel, el fabricante de muebles de diseño presentará la exposición en su campus de Weil am Rhein (Alemania) Eames y Steinberg. La exposición reflexiona sobre cómo estos creadores han derribado las barreras entre el diseño industrial y el diseño gráfico a través de una reciprocidad única entre ambos lenguajes nunca antes explorada.
La silla Eames es trascendental porque remite al primer objetivo de democratizar el diseño, algo que en un clima de crisis comparable al que hoy nos rodea es vital y loable. El gato agazapado de Steinberg es trascendental en su sentido del humor, su cinismo, su espíritu libre y subversivo. La silla y el gato expresan con elocuencia el compromiso de sus creadores con su tiempo. Son dos habitantes cotidianos de las casas y juntos crean esta obra inimitable —mitad mueble, mitad caricatura— que decora nuestros hogares y también nuestra mente. Diseño e ilustración – qué manualidades son tan necesarias.