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Carlos Mota, interiorista: «El beige no es un color real» | Decoración | diseño de iconos

En la caótica Nueva York de los años ochenta, hubo quienes lograron mantener una rutina. Los lunes, puntual como un reloj, Carlos Mota acudía al barrio de las flores en busca de los favoritos de su jefe y compatriota, el venezolano Perucho Valls, por entonces uno de los decoradores más conocidos de la ciudad y personaje recordado también por haber Formaba parte del grupo de Halston, desde que era ayudante de la estilista y amigo de su tormentoso novio, Victor Hugo.

“Lo conocí en Caracas y cuando me mudé a Nueva York comencé a trabajar como su asistente. Una de mis tareas era llevarle flores: tanto para la casa como para la oficina”, recuerda Mota al teléfono desde su apartamento de Nueva York. “Con él aprendí a tener presente la naturaleza en todos mis proyectos y lo importante que es el trabajo constante para afianzarse en esta profesión, a no ceder ante nada”.

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Varios productos Casamota, su línea que incluye vajillas y productos textiles.casemot

Muchas lunas después, el mundo de las flores y las plantas es una de las claves del proyecto con el que Mota ha decidido completar una carrera de casi 40 años en el sector del interiorismo en el que lo ha hecho casi todo. Conocido internacionalmente por su trabajo como editor de revistas. Compendio arquitectónico Y decoración elle, Mota creó su primera marca de decoración, Casamota, hace tan solo unos meses. La idea surgió de un encuentro casual en India con su pareja, Neha Malhotra, fundadora de un taller de bordado en Mumbai con quien ha trabajado para varias empresas de moda.

Verde, su primer lanzamiento, es una colección de manteles, cojines y otros textiles (también hay vajillas) con estampados de flores y hojas de hiedra y otras plantas. Es un color que a Mota le recuerda a su exuberante ciudad natal pero sobre todo le hace olvidar otro matiz que, como saben todos los que le conocen, odia. “En los años 90, vi cómo el beige comenzó a extenderse por los Estados Unidos. Ni siquiera creo que sea un color verdadero. Es solo una forma de no atreverse”. De hecho, la actitud opuesta a la que exigía la ciudad de la que se enamoró en los años 80.

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